viernes, 29 de agosto de 2008

Mi vecina Bollywood

Por cierto, antes os hablaba de mis vecinos actuales (Geetah) y futuros (Andreas) y se me olvidó comentaros que ¡también voy a tener una vecina Bollywood! Ya sé que resulta tan o más improbable que lo de mi "boda bollywood", sin embargo ahí está...

Se llama Mallika Sherawat y, para los que no estéis familiarizados con la astronomía bollywoodiana, viene a ser el equivalente indio de nuestra Pe.

Hoy me la ha presentado Govind, el hijo de Geetah, que es director y productor de cine (y no de Bolly, sino de Hollywood). Después de comer, nos fuimos todos juntos a ver el terreno que se plantea comprar en mi orilla del lago.

Admito que me hubiese gustado tomarle unas fotos, pero la verdad es que me dio corte sacar la cámara. Más que nada porque la chica debe de estar hasta el moño de tanto fan, tanto "shooting" y tanto paparazzi. Así que no he querido fastidiarle el día libre.

La foto de aquí abajo, se la he robado a su página oficial. Por si acaso a alguno de mis amigos le entrase un ansia aguda y repentina por visitarme (motivada por el gran cariño que se me tiene, claro, claro), mejor que no se precipite a sacarse el billete: con lo rápidas que van las obras en Kerala, creo que de aquí a dos años Mallika todavía seguirá viviendo en Mumbai...


Nota: al natural, muchísimo más guapa...

Laurie Baker

Hace unos cuantos meses os hablaba de Andreas Froese, el genio de las botellas, a quien conocí durante mi viaje a Colombia (por cierto, el tema de las botellas pronto volverá a dar de que hablar en mi blog, pues el muy loquito de Andreas ha decidido empezar nuevo capítulo en su vida y a ver si adivináis dónde... pues sí, aquí mismito en la India: ¡vamos a ser vecinos!).
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Hoy quiero hablaros de otro personaje increible, Laurence Wilfred Baker (más conocido como Laurie Baker), quien sin duda se hubiese llevado bien con mi amigo Andreas. Y es que tienen mucho en común.

Laurie nació en Birmingham, en 1917. En esta misma ciudad se laureó como arquitecto. Después de la Segunda Guerra Mundial, llegó a la India para trabajar en la construcción de hospicios para leprosos. Su paso por este país marcó un hito importante tanto en su carrera profesional como en su evolución personal.

Desde un punto de vista arquitectónico, Laurie no tardó en abandonar las fórmulas dogmáticas aprendidas durante sus estudios universitarios. La India despertó su total fascinación por el ingenio de las personas más humildes, quienes lograban construirse hermosas casas utilizando las materias primas a su alcance: barro, cañas de bambú, hierba seca y hasta estiércol vacuno. Pero lo más asombroso es que estas casas, a menudo expuestas al efecto devastador de los ciclones, se mostraban mucho más resistentes que las construcciones tradicionales a base de ladrillo, cemento y hormigón armado.

Estas "revelaciones" revolucionaron su estilo y filosofía arquitectónica, para siempre marcada por un firme compromiso medioambiental. Sus construcciones se caracterizan por la utilización exclusiva de recursos naturales autóctonos (especialmente, el barro), el aprovechamiento de materiales de desecho (por ejemplo, el vidrio de las botellas, con las que conseguía hermosos juegos de luz y color), la creación de espacios con sistemas de ventilación naturales. Desde un punto de vista estilístico, Laurie es un naturalista. Aborrece las líneas y ángulos rectos, las habitaciones simétricas, las formas planas. Juega con curvas, arcos, bóvedas, techos altos, claraboyas multicolores, nichos y recovecos.

Durante sus años de misionero en la India, Laurie conoció a Mahadma Gandhi, quien se convertiría en íntimo amigo. Tras la declaración de independencia, en 1947, éste le suplicó que no abandonase el país.

En su página oficial, Laurie le dedica hermosas palabras, que traduzco para vosotros: "Creo que Gandhiji es el único líder que ha hablado con consistencia y sentido común sobre las necesidades constructivas de nuestro país. Lo que dijo hace muchos años es hoy todavía más pertinente. Una de las cosas que dijo que más me han impresionado, hasta el punto de haber marcado mi línea de pensamiento en mayor medida que cualquier otra influencia, fue lo siguiente: que la casa ideal es aquella que se construye con los materiales encontrados en un radio de cinco millas de la misma. No existe explicación más clara que este consejo de Gandhiji acerca de lo que significa una tecnología de construcción adecuada. Confieso que siendo un joven arquitecto, nacido, crecido, educado y laureado en Occidente, primero pensé que el ideal de Gandhiji era un poco exagerado y me decía a mí mismo que probablemente no pretendía que se le interpretase a pies juntillas. Pero ahora, en mis setenta y con cuarenta años de construcción a mis espaldas, he llegado a la conclusión de que estaba en lo cierto, literalmente, palabra por palabra, y que no habría querido dejar puerta abierta a excepción alguna. Ojalá no hubiese sido tan orgulloso y estado tan seguro de mi formación como arquitecto, pues entonces hubiese visto con claridad los magníficos ejemplos de la sabiduría de Gandhiji, que tenía a mi alrededor durante el tiempo en que habité el distrito de Pithoragarth".

Os recomiendo que visitéis esta interesantísima página web. Aquellos a los que el idioma de Shakespeare no amedrente encontrarán mucha información sobre la vida de Laurie Baker, con abundantes párrafos extraidos de su diario. Y los demás pueden disfrutar de las fotografías de sus obras, que suman más de 2000 sólo en la región de Kerala.

Lo que la página web no menciona es que Laurie falleció el año pasado y que los edificios de nuestro proyecto son su obra póstuma. Él fue quien supervisó los planos (trazados por su más fiel discípulo), pero no vivió tiempo suficiente para ver erigidos los edificios.

Siento mucha pena por haber llegado tarde, me hubiese gustado conocerle. Aquí, en Kerala, Laurie tenía muchos amigos. Algunos de esos amigos ahora también son amigos míos, por lo que les pido que me cuenten recuerdos y anécdotas. Geetah es una de ellos.

Geetah vive en la otra orilla de mi lago, en una casa de ensueño que Laurie le construyó para sus viejos días. Hoy, durante la comida, Geetah me ha contado como un día antes de visitar el lote de tierra en el que hoy se asienta su casa, llamó a Laurie para preguntarle cuál sería en su opinión el terreno perfecto para construirse una casa.

"Pues, Geetah, lo primero es que no sea un terreno plano. Los terrenos planos me resultan insulsos y aburridos: yo prefiero un terreno que tenga ondulaciones, pendiente, un pico... y si puede estar cerca de un río o de una fuente de agua, mejor que mejor - pero estas cosas hoy en día ya no se encuentran".

Geetah tomó nota mental de sus consejos y marchó a visitar su lote de tierra. Nada más verlo, supo que tenía que comprarlo: ahí estaban las ondulaciones, la pendiente, el pico y todo ello a la orilla misma del idílico lago Vellayani. El contrato de compraventa se firmó ese mismo día. Por la noche llamó a Laurie: "ya lo tengo, tienes que venir a ver mi terreno y me tienes que construir mi casa".

Unos días más tarde, Geetah llevó a Laurie a admirar su reciente adquisición - "Laurie, ¿qué te parece? ¿Hice bien al comprarlo?".

Aquél, que se había quedado boquiabierto, se giró repentinamente hacia Geetah y agarrándola por el cuello dijo: "Ladrona, más que ladrona: ¡me has robado mi sueño!"

Govind, el hijo de Geetah, me contó que Laurie era un tipo extravagante: se quedaba maravillado ante una araña, elogiaba su belleza y prohibía a todos que la molestasen.

Creo que nos hubiésemos llevado bien...


Fotos tomadas esta tarde, en la casa de mi amiga Geetah:

Geetah, tras la barra de su cocina

Salita, comedor y estudio

Escritorio encajado en un recoveco abovedado

Nichos empotrados
Techos altos

Claraboya con botellas de vidrio
Vista exterior

domingo, 24 de agosto de 2008

No todo son arañas...

El otro día os presenté a mi "mascota", la madre de todas las arañas.


La nuestra fue una amistad breve, pues desapareció de mi vida al día siguiente de su inesperada visita. Espero que le haya ido bien dondequiera que sus siete patitas le hayan llevado (no sé si os percatásteis, pero mi amiga era un arácnido discapacitado).


Hoy quiero presentaros a mi mejor amigo. Se llama gecko y le quiero mucho, porque se come los mosquitos que se me quieren comer a mí. También me gusta por su risita de vieja sabionda y desdentada, que así es como suenan los geckos de la India.


Éste que veis en la foto (me disculpo por la pésima calidad de la imagen, pero el chiquitín andaba demasiado asustado como para rematarle con un "flashazo" en plena cara), es una cría de gecko. Hasta hace un par de días vivía en mi habitación y ya nos habíamos familiarizado el uno con el otro. Con la temeridad que da la juventud, geckito se atrevía a subirse a mi escritorio y a pasearse por entre mis cosas. Yo le observaba de reojillo y él a mí también. El muy pillo llegó a esconderse detrás de un sobre y, asomando tan solo los ojos y una manita, se quedó quietecito y mirándome fijamente durante un buen rato.

Geckito

Hace poco llegó a la habitación su hermano mayor y desalojó a geckito, que ahora vive entre el pasillo y las escaleras. Aquí, mi nuevo compañero de cuarto. Observad cómo con su patita mantiene cerrada la puerta de la terraza, seguramente para que no se abra de un corrientazo dejando escapar algún mosquito.

Big gecko brother

Claro que yo soy rarita, pero puedo comprender que no a todos agraden los lagartos tanto como a mí. Quienes seguramente os resulten más simpáticas, son mis vecinas las ardillas.

Probablemente, el animal más nervioso y huidizo de la jungla. También el más chillón. Todas las mañanas las oigo desgañitarse. Para quien no haya oido nunca expresarse a una ardilla, su grito es lo más parecido al sonido que hacen esas zapatillas deportivas ultramodernas que llevan ahora los niños, esas que tienen ruedas camufladas y más luces que una discoteca, al pisar las baldosas con sus suelas de caucho.

Como los críos, más lindos cuanto más calladitos...


También me codeo con una gran variedad de aves. El pájaro más común en estos parajes es el cuervo, pero también he visto unas cuantas especies de colorido más alegre. El martes pasado, volviendo de la obra, tuve un breve cara a cara con un bellísimo especímen de Martín Pescador. Se quedó quieto unos veinte segundos, dándome el tiempo justo para admirar su poderoso pico, su camisa avellana y chaqué azul turquesa. Desgraciadamente, nada más me vio sacar la cámara de fotos, Martín se fue a pescar al otro lado de la valla...

sábado, 23 de agosto de 2008

Happy birthday to you, Mr Krishna...

Cada día, la India me va poniendo a prueba. Todo empezó con los apagones, las averías de nuestro sistema de back-ups (batería), los fallos del outlook, los cortes de conexión a internet, los caprichos de blogger...

Por si no tuviese bastante con lidiar estas pequeñas veleidades técnicas, la palabra que más escucho en boca de todos los empleados de la obra es "tomorrow". "Mañana", en Kerala, es un concepto bastante vago, dificilmente ubicable en el tiempo.

"¿Cómo que mañana?" - Toda la semana he estado persiguiendo a Satheesh y al carpintero de la obra para que me entregasen un presupuesto, pero todos los días he recibido la misma respuesta: mañana, mañana... Salvo ayer, cuando milagrosamente comprobé que la palabra "today" también formaba parte de su vocabulario. Incrédula, hice eco de su palabra: "¿hoy? ¿De verdad que hoy?" El carpintero me aseguró que el presupuesto estaría listo esa misma tarde.

Llamadme ingénua, pero me fui a casa contenta. Por supuesto, pasó la tarde, pasó la noche y llegó la mañana - pero no así el presupuesto. Así que me fui a la obra a preguntar por él.

¿Cómo que mañana? ¿Qué extraño prodigio ha podido transformar el hoy de ayer en el mañana de hoy? ¿Cómo que el carpintero se ha ido esta mañana a la ciudad a preguntar por el precio de la madera? Inspira, expira, inspira, expira... Bien, ahora comprendo por qué este país es la cuna del yoga y de tantas técnicas de relajación...

Bueno, por lo menos en lo de la pintura habremos avanzado... ¿Cómo que los pintores no han venido a trabajar hoy?

Satheesh, siempre sonriente, me anuncia la buena noticia: "Hoy es el cumpleaños de nuestro Lord Krishna... Celebration day!".
Entre el día de la independencia, una huelga de transportes que tuvimos el jueves y ahora el cumpleaños de Krishna, me parece que todas las semanas existe algún motivo para no trabajar. Dadas las miles de divinidades que alberga el panteón hinduista, como todas celebren su cumpleaños, me parece a mí que nunca terminaremos la obra...

"¡Aaah, ahora entiendo los cantos y tambores que vengo oyendo toda la mañana!" - Satheesh intuye mi curiosidad por la ceremonia y me propone llevarme en moto al templo de Krishna esta tarde. Nos ponemos de acuerdo, a las 4:30 quedamos en la oficina.

De vuelta a casa, cuatro maromos llaman a mi puerta. Me enseñan un papel, todo él escrito en un idioma indescifrable: el malayalam. Por sus amplias sonrisas y fijas miradas intuyo que esperan cierta reacción por mi parte. "Donation? Krishna birthday?". Asienten al unísono, con ese extraño gesto típico de la India, que consiste en balancear la cabeza sin hacer rotar el cuello (quién haya estado aquí, sabrá inmediatamente a qué me refiero). Me saco del bolsillo 100 rupias, apuntan mi nombre en un papel y se van tan contentos (con 100 rupias tienen para cuatro lassis o dos cervezas, ¡a la salud de Lord Krishna!).

A las 4:30, estoy en la oficina llamando a Satheesh. Estoy lista para irme, pero veo que él ha alterado nuestros planes. Me espera para que le ayude con la contabilidad. Toda la semana me he sentado con él y juntos hemos hecho las cuentas de los salarios, la compra de materiales, el pago de facturas, etc. Metemos todos los gastos en una página de excel, que diseñé para comparar diariamente nuestros gastos con la previsión hecha al principio de la semana. El miércoles pasamos dos horas poniendo al día la hoja de excel, algo que no hubiese sucedido si Satheesh hubiese entrado los datos a diario. "Bueno, a partir de mañana, metes los datos en esta página todos los días - okay?".

Satheesh me había dado su palabra, con balanceo de cabeza incluido. Sin embargo, ahí estaba la hoja de excel, con el último saldo del miércoles...

Apenas llevamos sentados veinte minutos cuando irrumpe en la oficina un indio joven, bien vestido, con gafas de sol y hablando un inglés gratamente inteligible. Se presenta como promotor de documentales y me pregunta que con quién tiene que hablar para realizar un documental sobre el instituto. Extendiéndole la mano, me presento: "hola, me llamo Isabel y soy la directora académica del instituto" (todavía no me lo creo, pero procuro que mi incredulidad pase lo más desapercibida posible).

Se llama Siddharth, vive en la orilla opuesta del lago y lleva poco tiempo trabajando en el mundo mediático. El documental se filmaría para la televisión keralita. Intento mirarle a los ojos mientras le hablo de nuestro instituto, pero no se ha quitado las gafas de sol. Más tarde comprendo por qué. Hace unos años, en Diciembre del 2004, el famoso tsunami que azotó el sudeste asiático cambió su vida y marcó su cara con una cicatriz. Se encontraba en Koh Lanta, cuando una ola de 30 metros se desplomó sobre él. Es uno de los 75 sobrevivientes del tsunami en esta isla: me cuenta que tuvo una suerte increíble. La ola lo proyectó contra un cocotero y el golpe le hizo perder el conocimiento. Su mano quedó enzarzada en las raíces del árbol, impidiendo que la corriente se lo llevara mar adentro.

Me despido de Siddharth y vuelvo a Satheesh. ¿Habrá terminado el trabajo? No, me ha estado esperando para rellenar las columnas de excel. Suspiro. Ya casi son las seis de la tarde y me temo que nos vamos a perder el cumpleaños de Lord Krishna...

"Satheesh, ¿qué tal si lo dejamos para mañana?"


Fotos tomadas esta tarde,
en la procesión de cumpleaños de Lord Krishna:


El pequeño Krishna


Pequeñas Divas




Un saludo para la fotógrafa


(Arriba, el grupito que me sacó las 100 rupias esta mañana)

Siguiendo la procesión




Entrando en el templo

Para mi mamá, un cuadro

jueves, 21 de agosto de 2008

La madre de todas las arañas

Flash informativo con imágenes en vivo y en directo desde la India: admirad el bello especímen que tengo a la derecha de mi escritorio... Unos doce centímetros desde la punta de la pata trasera a la punta de la pata delantera... Acercaría la mano para que en la foto se apreciasen las proporciones, pero va a ser que no...

Foto recién tomada, a las 21:00:

domingo, 17 de agosto de 2008

¡Enhorabuena!

¡La Casa de Greta está de enhorabuena!

Un día de domingo

(Nota: el post que llevaba dos horas escribiendo en blogger se esfumó por arte de magia justo cuando iba a publicarlo, así que por hoy yo tiro la toalla).

Fotos tomadas hoy en Kovalam, a las 4 de la tarde:




viernes, 15 de agosto de 2008

Independence Day

No me he vuelto loca, sé muy bien qué no estamos a 4 de julio sino a 15 de agosto. Hoy es día de fiesta nacional en la India, celebrándose el 61 aniversario de su declaración de independencia frente al opresor británico. Satheesh, el guardián de la obra, me comunicó ayer la noticia con amplia sonrisa profident: “tomorrow nobody work!”.
Hoy no trabaja nadie y he decidido no ser excepción. Me he tomado el día libre para poner al día mi blog y correspondencia personal, algo que vengo retrasando desde mi llegada a la India (el 28 de julio) por motivos varios.
Para empezar, la frustrante precariedad de mi conexión a internet vía modem. En sus peores momentos, cada página tarda un par de minutos en descargarse. Ni os cuento lo que supone subir fotos, mejor apaga y vámonos. De hecho, a veces ni siquiera tengo opción de dejar el ordenador encendido. Todos los días tenemos un parón eléctrico programado, de media hora, más una docena (o más) de parones espontáneos. Usamos unas baterías como “back up” para seguir trabajando durante esos cortes, pero nos dejan tirados cada dos por tres.
Entre estos pequeños contratiempos técnicos y la acumulación de trabajo, el tiempo vuela. Cada día voy dejando mis asuntos personales para mañana y, mañana tras mañana, las semanas van pasando. Hasta hoy, en que he decidido autoproclamarme libre e independiente.
En casa me preguntan que qué hago, que en qué se me va el tiempo dentro de esta escuela que todavía no tiene alumnos, ni profesores, sino albañiles, fontaneros, pintores, carpinteros y electricistas. Especialmente ahora que me he quedado sola (Paul y Sabriye regresaron a China hace tres días), me toca ejercer de tesorera y capataz – dos funciones provisionales, que en tiempos ordinarios no formarán parte de mis competencias.
Todos los días, me asomo a la obra para asegurarme de que el trabajo siga su curso, de que las paredes se estén pintando en el tono de la muestra, de que los plazos se vayan cumpliendo y de que los informes se manden a tiempo. Hacer un presupuesto para la semana próxima nos llevó nada menos que dos horas el pasado miércoles, algo más de lo previsto por el bueno de Satheesh, quien aseguraba tenerlo todo listo en diez minutos (me da a mi en la nariz que éste va a ser el ratio habitual entre lo prometido y lo cumplido en Kerala).
El resto de mi tiempo se va en corresponder con los estudiantes, buscar sponsors para el proyecto, hacer contactos para formar el equipo docente, navegar internet en busca de bibliografía y artículos de interés, discurrir ideas creativas para la preparación del temario. A grandes rasgos, esto es lo que se supone que hago (o lo que debería de poder hacer si el día tuviese más horas).
Aún no he tenido ni medio segundo de aburrimiento y, pese a mi escasa vida social, no sufro de soledad ni morriña. Cierto que vivo bastante aislada, a medio camino entre dos ciudades: Trivandrum (la capital del estado de Kerala), a 11 kilómetros tirando para el norte, y Kovalam (ciudad costera donde me cruzo con turistas, pese a ser temporada baja), 10 kilómetros al sur. No tengo ni tiendas, ni ciber cafés, ni bancos, ni cajeros automáticos, ni oficina de correo, ni comisaría de policía, ni farmacia, ni nada de nada, a proximidad de casa (creo que sí tengo una mezquita cercana, porque oigo la llamada lánguida del muecín cada madrugada y a media tarde).
Vivo en medio de cocoteros, a orillas de un lago inmenso, rodeada de pájaros, ardillas y geckos. Por las noches, me adormezco con los sonidos de la jungla, cien mil pequeñas voces que sólo el monzón acalla.
Me siento privilegiada. 

Fotos tomadas el 29 de julio:


Oficinas (mi casa en la planta baja)

Vistas desde la casa



Con Satheesh en mi futura oficina
Con Sabriye en la sala de reuniones