miércoles, 28 de mayo de 2008

Colombia no me deja marchar

Hace cosa de un par de semanas me despertaba sobresaltada y bañada en sudor, después de tener una pesadilla en la que corría angustiada "para no perder mi vuelo por segunda vez". No sé cuál podría ser la interpretación freudiana de mi sueño, pero sí conozco la de Augusto, el papá de Juan Pablo. Según él, este sueño mío es señal inequívoca de que mi destino está en Colombia y de que no debería abandonar nunca este país. Pues no sé si será verdad, pero el caso es que aquí estoy todavía y por motivos de fuerza mayor.

El pasado sábado 24 de mayo, un día antes de mi vuelo a Madrid, me fui con otras 39 personas de la fundación a pasar el día en Restrepo, una finca campestre a tres horas de Bogotá. Se trataba de realizar una convivencia para reforzar los lazos entre el personal de las sedes regionales y la central de Bogotá, al tiempo que se aprovechaba la ocasión para celebrar el cumpleaños de nuestro arquitecto Felipe y, de paso, también un par de despedidas.

La fiesta estuvo llena de alegría, aguardiente y alguna que otra sorpresa, como la del terremoto (corrijo, "temblor", según mis curtidos amigos colombianos) de una intensidad del 5.5 en la escala de Richter. Sucedió sobre las 2:20 de la tarde, justo después de machucarnos un delicioso churrasco llanero. Yo estaba de cuclillas, tratando de dar los restos de mi comida al perro de la finca, cuando de pronto vi la tierra moverse de forma lateral, de atrás hacia adelante, durante lo que calculo fueron unos doce segundos.

Los bogotanos viven con la paranoia de un próximo gran seísmo en la región de Cundinamarca, que por lo visto lleva ya más de una década de retraso, por lo que todos se precipitaron a llamar a sus casas pensando que el terremoto habría arrasado con la capital. Afortunadamente, aprendimos por radio que el epicentro no había estado en Cundinamarca sino en el departamento de Meta, precisamente donde nos encontrábamos nosotros. Las víctimas mortales fueron relativamente pocas. Murieron once personas, aplastadas en sus coches por los derrumbamientos producidos en los túneles de carretera: los mismos por dónde nosotros habíamos pasado un par de horas antes...

Fueron más de doce los derrumbamientos, por lo que enseguida quedó cortada la carretera por la que teníamos que regresar a Bogotá. El diluvio que cayó durante las noches siguientes al seísmo dificultaron las operaciones de limpieza de escombros, por lo que no pudimos regresar a nuestras casas hasta tres días más tarde.
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Eso sí, lo que empezó como una crisis humanitaria, pronto se transformó en una auténtica colonia de vacaciones para adultos: no faltaron ni la hoguera, ni el corrillo del guitarrista, ni las historias de miedo contadas a medianoche, ni los partidos de fútbol y balón volea, ni los juegos de cartas, ni los bailes... ¡y hasta terminamos nuestra aventura con un concierto llanero!

Una vez más se confirma el dicho. No hay mal que por bien no venga. Este fin de semana he descubierto que algunos sueños pueden ser premonitorios, que me gusta el aguardiente y que para bailar con salero salsa, vallenato y reguetón, necesitaría quedarme por lo menos un par de años más en Colombia. De momento y visto que mi vuelo de partida ha quedado aplazado hasta el 10 de junio, tendré que aprovechar este par de semanas vacacionales extra para agenciarme un cursillo intensivo.

A ver lo que se hace...

Aquí os cuelgo unas cuantas fotos tomadas entre el 24 y 26 de mayo, dando fe de lo terrible y traumática que fue nuestra vivencia de la tragedia:
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Juan Pablo, "llanero"
Los 28 años de Felipe
El Club Deportivo Arcángeles
William y Gustavo
Paula, Gustavo y Andrés

Maria Angélica, la bella durmiente

Grupito bogotano
Grupito costeño


Grupito llanero

Cantoras
Fracasando en el intento de bailar "joropo"
Juan Pablo y Claudia, la bella caleña
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miércoles, 21 de mayo de 2008

God condemn America

Hace ya más de un mes os contaba los sinsabores del ser colombiano a la hora de lidiar con la administración estadounidense para la concesión de un visado, ya sea de trabajo, turismo o puro tránsito. Una vez más, hoy se ha repetido la ultrajante historia.

Recién salida de la peluquería
y bien planchadita de uniforme, Francy se presentó esta mañana a la embajada de los Estados Unidos, con sus fotografías, formularios, documentación original, cartas, diplomas, justificantes, recomendaciones, estractos de cuenta y otras veintiuna mil vainas. Hacía más de un mes que le habían concertado la cita, por el módico precio de 250.000 pesos, sin mencionar los 70.000 que había pagado por las dos llamadas previas. Llegó puntual y pacientemente hizo cola para que, cuando por fin le llegó el turno, un afro americano la escrutara de pies a cabeza antes de destrozarle las ilusiones.

El hecho de que ella fuese a Estados Unidos como cuidadora y aco
mpañante de una persona discapacitada no le generó molestias al funcionario. A la administración norteamericana, se la suda el que un parapléjico tenga que viajar acompañado, especialmente en vuelos de larga duración, porque necesite que le pasen una sonda siete veces al día. Le importa un bledo que no pueda estar solo ni en las horas del sueño, porque le haga falta alguien para voltearlo en la cama. Ni qué importancia tiene que necesite ayuda para levantarse, asearse, vestirse y otras tantas actividades cotidianas que, por su naturaleza tan íntima, precisen de un tacto más amigo que profesional.

Para la administración del tejano, la solución todopoderosa pasa por contratar a una enfermera gringa que cumpla con la faena. Como si la confianza y la compenetración pudiesen conseguirse a través de una agencia de trabajo temporal. Como si fuese
fácil conseguirse a esa enfermera desde Colombia, para encima llevársela a la China. Como si la gringa fuese a cobrar los mismos honorarios que la colombiana. Claro que todo eso son menudencias, detallitos de poca monta, que a la administración norteamericana, obviamente, le importan una mierda.

Me pregunto qué harán con todo ese dinero que tan despiadadamente roban a esos miles de sudacas que, todos los días, hacen cola para oirse decir que no son lo suficientemente ricos, rubios o respetables para merecerse siquiera el derecho de paso sobre su sagrado suelo gringo.

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¡Pues que se coman su maldito sueño americano con una "supersize" de patatas fritas! Hoy me siento tan indignada que hasta estoy pensando en boicotearles su puta cola...

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martes, 13 de mayo de 2008

En este tiempo que ya se me escapa

Un viaje por el llano y otro a Cali, una rueda de prensa, muchas gallinas, garzas coloradas, una primera dama, botellas y más botellas, karaoke y serenata, trabajo de campo, trabajo de oficina, muchos papeles, papeles leídos, emborronados y perdidos, libros criando polvo, palabras al vuelo, promesas en el aire, recuerdos en el tintero...
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Cualquier día de estos, os pongo al día.
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lunes, 5 de mayo de 2008

Feliz lunes y segunda semana en Googolandia

Hay hombres que con la edad no cambian...
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viernes, 2 de mayo de 2008

Boda cartagenera

La rutina de Juan Pablo está hecha de éxitos y de muchas sorpresas para las que yo nunca estoy preparada. Como ayer, por ejemplo, cuando tras despertarme de una increíble siesta en la sala de espera del aeropuerto de El Dorado, Juan Pablo me presentó nada menos que a César Gaviria, predecesor de Uribe en la Presidencia de la República de Colombia. Y yo, con pelos de recién amanecida e hilo de babilla colgante...

Y hoy, siguiendo con la racha VIP, hemos sido invitados a una boda d
e alto copete y sentados a la mesa del Senador.

Lo mejor de la boda: el banquete al aire libre, al pie de las históricas murallas de Cartagena y respirando la brisa nocturna del mar Caribe.

Lo peor de la boda: el banquete minimalista, perdón, "dietético" quería decir. Entre las entradas y el postre, unas sanas bocanadas de brisa nocturna. Todo muy rico y aún más ligero.


Lo más triste de la boda: el sermón del cura, bastante bruto el pobre. Cuando empezó a decirle al novio que sobre él recaía la responsabilidad de la educación católica del núcleo familiar que iba a formar, apostillando encima que a su mujer le correspondía el rol de "colaboradora", casi se me escapa una sonora carcajada. El resto del sermón tampoco tuvo desperdicio y apuesto a que sirvió para romper hielo en más de una mesa del convite.


Lo más divertido de la boda: el cartelito que designaba mi posición en la mesa y en la sociedad, como "Señora de Salazar". No fue el único falso rumor que corrió sobre mi persona, pues Juan Pablo y su padre Augusto fueron difundiendo informaciones discordantes sobre mi identidad. Uno fue diciendo que yo era psicóloga y el otro, que una
gran periodista española, con tal desatino que la mitad de los comensales de mi mesa se creían una versión y el resto, la otra. Por supuesto, como en todas las buenas novelas bizantinas, al final de la noche se desató la controversia...

Y para terminar, lo que más me gustó, que ya es mucho decir tratándo
se de una boda: lo guapos que estaban todos y, con diferencia, Juan Pablo. Estoy segura de que Juni hubiese envidiado la informal elegancia de los colombianos, que no requieren ni de chaqueta ni de corbata para acudir a una boda de alta alcurnia, sino que visten sencilla y cómodamente con sus guayaberas (camisas blancas de lino, típicas de los trópicos) por encima del pantalón blanco o negro.


Como ya sabéis, a mí me pirran las bodas y, como muestra de mi entusiasmo, de ésta no hice ninguna foto...

Miento, en realidad tomé una sola:
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Mi Señor Salazar, con guayabera y sombrero volteado
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jueves, 1 de mayo de 2008

Feliz día internacional del trabajo (con retintín)

"¡A veces siento que tengo el peor trabajo del mundo!"
"Sí... ¡claro!"
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