sábado, 7 de noviembre de 2009

De pinitos a pasarela...

Hace mucho, pero que mucho, mucho tiempo os prometí el relato de mis primeros pasos en sari. Tanto tiempo ha pasado que me va a tocar hablar ya no sólo de mis pinitos, sino también de mis días de pasarela. Sí, sí, en menos de un año he pasado de novata a profesional del porte y pose indios. Bueno, ya será algo menos: que aún no he aprendido a vestirme sola...

Mi primer sari

Este sari tan bonito, verde y dorado, fue el primero que me compré. No os vayáis a imaginar ahora el vestuario de nuestra vicepresidenta primera, que en mi gran colección de alta costura hindú, sólo tengo dos prendas. Además, este sari no lo elegí para lucirlo, sino con la sacrílega intención de transformarlo en cortina. Afortunadamente, no llegó a cumplirse el designio de mi urdidura. Geeta y Bina llegaron a tiempo para salvar al sari de su infortunio.

Las señoras de la limpieza llevaban semanas entrando en mi habitación y mirando de reojo hacia el estante donde, bien dobladito él, reposaba el sari con vocación a visillo. Lo miraban con disimulo, con curiosidad y hasta con un puntito de codicia. Lo miraban y cuchicheaban. Así , día tras día y semana tras semana, mirando y remirando, hasta que ya no aguantaron más. Rezumando impaciencia, decidieron que ya era hora de verme el sari puesto.

Me pillaron por banda y, en menos de diez minutos, me dejaron lista para el baile de la Cenicienta. Sus expertas manos doblaron, enrollaron , estiraron y engancharon, hasta que los siete metros de tela desaparecieron, dejando lugar a una de las prendas femeninas más elegantes del mundo.

Viéndome vestida de princesa, de inmediato tuve que echarle freno y marcha atrás a mi inconsiderado plan. Ahí mismo me despedí de mis cortinas. Meterle tijerazo al precioso sari hubiese sido un despropósito y ofensa imperdonable.


Mis primeros pasos

Y aquí me tenéis, hecha una "Emmanuelle", con mi segundo sari. De estilo tradicional keralita, muy sencillo: siete metros de algodón blanco, bordeado con una franja de color y oro. Sabriye, Nora, Jenni y yo nos vestimos con atuendo tradicional para el acto de clausura del segundo acto.

Debo el reportaje fotográfico a mi amigo Theo, que se emocionó mucho con los efectos de contraluz. Mis fotos se hicieron tan populares entre el personal administrativo del instituto (por su composición artística, naturalmente), que fueron pasando de unas manos a otras, en un continuo comercio de estraperlo: cualquier día acabo en un calendario de la Tata.

Volviendo al tema de mis primeros pasos: caminar con sari tiene truco. Para lograr la máxima elegancia, una debe "deslizarse". ¿Quién iba a decirme a mí que todos esos años andados con el vicio de arrastrar pies iban a servirme de práctica?



Días de pasarela

Una amiga me dijo una vez que en la India, todo es posible. Y tanto que sí: jamás me hubiese imaginado que a mis 38 años me pudiese convertir en foto modelo para un comercial de saris.

El responsable fue este hombre, el señor Murthi, de la productora Murthi, que me fichó en la calle. El señor Murthi insistió mucho en hacerme famosa. Vamos, que según él, de las producciones Murthi a Bollywood, ¡no hay más que un paso!


Una nota de agradecimiento para mi amigo Phil, que no sólo aguantó más de quince horas de un tirón a mi lado (la sesión fotográfica empezó a las seis de la mañana y duró hasta pasadas las once de la noche), sino que disparó más de 700 fotos y eso, porque no le dio tiempo a más. Sobre las nueve de la noche, el fotógrafo profesional de la productora Murthi se quedó sin carrete y le arrebató su cámara...


Para muestra, un botón: 40 fotos de Phil, sin retoques ni recortes.

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