jueves, 14 de mayo de 2009

Adivina quién...

A partir de ahora, voy a tener que prestarle mas atención a mi mundo onírico. Por alguna razón que mi lógica no atina, algunos sueños mágicamente se convierten en realidad. Cada cual decida si estas cosas pasan por casualidad, intuición o premonición.

Hace cosa de una semana, Jose me visitaba en sueños. Yo estaba de compras por Hong Kong, con mi amigo Theo, buscando una cámara de fotos semi-profesional.

De escaparate en escaparate, voy caminando distraída en el laberíntico emporio electrónico, cuando de repente nuestras miradas se cruzan. Asomado a la barandilla del piso superior, me saluda un Juni casi tan sorprendido como yo. Como en la canción de Cristina, hago chás y aparezco a su lado: "Pero, ¿qué haces aquí? ¿No estabas en Asturias con tu madre?" - "Ya, pero echaba de menos Asia y me dio un pronto, ya ves... Pero, ¿tú no estabas en la India?" - "Pues sí, pero se me ha entojado una Nikon y, como soñar es gratis, pues me he venido de 'shopping' a Hong Kong..."

Bueno, corto ya con el diálogo surrealista (en el que por cierto me enteré de que el Juni se había gastado 900 euros en el antojo de volar a la China: hay que ver lo detallista que es mi subconsciente) y vuelvo a mi realidad: la del miércoles 13 de mayo, ayer por la noche.

Mi amiga Nora me había convencido para irnos las dos solas de cena a Kovalam. No es algo que hagamos a menudo entre semana, pero Nora estaba pasando por una mala racha y no me sorprendió que quisiera escapar del campus esa noche. Como tampoco es que sea muy difícil convencerme para ir de restaurante en primera línea de playa, acepté de muy buena gana.

Apenas nos habíamos sentado en la terraza que unas manos se posaron sobre mis ojos. Mis manos acariciaron las suyas: suaves, finas, casi femeninas, extrañamente familiares. De camino al antebrazo, una muñequera de goma detuvo mis dedos: "no, no puede ser... Juni, ¿eres tú?"


Pues sí, era él.

Y lo más fuerte, es que en el rickshaw de camino a Kovalam, venía precisamente pensando en él...

Nota: infinitas gracias a Jose y a su compinche Nora, por darme el susto y tenderme la trampa. Vuestras exitosas confabulaciones me hicieron muy, pero que muy feliz.

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