Una amiga mía, oriunda de Elda*, un día me dijo: “Qué raro se me hace que seas de Castellón, pues cuando pienso en el País Valenciano, sólo se me vienen a la cabeza Alicante y Valencia”. A su padre, que estaba comiendo paella cuando escuchó el comentario, casi se le atraganta el arroz. Pero la verdad es que a mí no sólo no me sentó mal, sino que me hizo muchísima gracia, tanto es así que aún recuerdo la anécdota después de quince años.
Pues sí, los castellonenses no somos famosos ni en casa propia. En el ámbito internacional, por lo general, tampoco se nos sabe poner en el mapa, aunque en algunos selectísimos círculos sí se nos conoce algo. Más que nada por las azulejeras y por nuestro Ripollés, el de la barba florida.
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Joan Ripollés
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Por estas fechas, Castellón está de fiesta y, aunque yo nunca haya sido ni muy festera ni muy “magdalenera”, me ha parecido oportuno dar eco de nuestras tradiciones en este blog (que nunca se sabe, puede que algún día un “googleador” desprevenido se meta en él por error o de pura chiripa, y hasta se anime a leer esto).
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Castellón de la Plana debe su nombre a una traducción incorrecta al castellano. “Castelló de la Plana” debería haberse traducido como “Castillito de la Llanura”, pues designa la nueva villa trasladada de la colina a la costa, por el rey Don Jaime I de Aragón, en 1251.El emplazamiento original respondía a necesidades defensivas, que fueron menguando a medida que triunfaba la reconquista. La dureza de las condiciones de vida en el desierto del monte, aconsejaron el desplazamiento de la ciudad a la alquería de Benirabe, donde sigue asentada hoy.
Del antiguo burgo sólo queda en pie nuestra ermita de la Magdalena y cuatro ruinosas paredes de un castillo árabe, conquistado en 1233 por el rey Don Jaume. Todos los años, los castellonenses conmemoramos nuestro éxodo ancestral haciendo romería a dicha ermita, y formando cola para hacer sonar su campana. La romería siempre ha sido mi acto favorito, por no decir que es el único que de verdad me gustaba.
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Ese día, así como durante toda la semana de fiestas, nos disfrazamos con la tradicional camisola negra (también existe un modelo azul rayado) y un pañuelo verde al cuello (o azul a cuadros) y madrugamos para conseguir rollo y cañas, que el ayuntamiento reparte a partir de las 7:30 de la mañana.
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Rollo y caña
Una vez llegados a la ermita, suele haber mucho ambiente, con algún que otro concierto (recuerdo especialmente uno de Alaska y Dinarama, hace muchos, pero que muchísimos años) y distribución gratuita de cerveza y arroz, para los que lleguen primeros: la paella monumental da de comer hasta a mil comensales.
Romeros
Otros de los actos destacados de estas fiestas son el de apertura o Pregón, un desfile de moros y cristianos, en el que los primeros cada año me resultan más africanos, y el desfile nocturno de gayatas.
Moros
Las gayatas son unas esculturas de luz, que representan de forma más o menos explícita a la “gayata” o cayado que los antiguos paisanos utilizaban para apoyarse en sus descensos y ascensos por la colina. A este bastón solían atar el “rollo” o rosquilla de pan y un pequeño farol, para que les iluminase en sus andares nocturnos.
Gayatas
Todos los años se designan dos reinas (mayor e infantil) y un cortejo de damas de honor. Otro personaje muy aclamado es el de Yolanda, más conocida como “Violant” de Hungría, hija del rey Don Jaume y esposa de Alfonso X el Sabio.
Romeras (de espaldas y de rojo, nuestra pequeña Violant)
*Nota: Elda es un pequeño municipio alicantino, vecino de Petrer (para los que no hayan oído hablar de ella, que imagino serán unos pocos).
1 comentario:
¡Bravo por las apátridas! Ahora resulta que, de tanto empaparse una de ojos rasgados y piel amarilla, las raíces pareces pegadas con loctite. Bienvenida a la patria del Mijares, los que no nos quitamos la boina te saludan.
Vic
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