28 horas y 43 minutos llevo ya en Irlanda. El tiempo aquí no pasa.
En todo el día, no han parado de caer chuzos de punta. Encima, con ventisca. Como para echarse a llorar. Menos mal que está el vecino. Ese vecino providencial, anónimo, desconocido, que con su red inalámbrica no segura, sin sospecharlo siquiera, me ha salvado de una muerte segura por sobredosis de apatía.
Echo de menos el calor de mi casita. Echo de menos el "pasapalabra" de Tele 5, que a punto estará de empezar. Echo de menos el timbre del teléfono, por el que nunca quiere levantarse nadie. Echo de menos la mesa puesta y los guisitos de mamá. Pero, sobre todo, echo de menos a mi Junior.
Qué ganas tengo de que esté a mi lado, acompañándome en el frío, en la humedad y en mi recién estrenada dieta de coliflores hervidas.
Bueno, me voy a leer un rato. A ver si así se me olvida el aburrimiento.
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