sábado, 17 de marzo de 2012

Sorpresas, sorpresas...

Esta ha sido una semana de grandes sorpresas, algunas buenas y otras no tanto.

La primera y más destacada, se nos vino encim... digo, nos vino como caida del cielo anteayer: con su barba de viajero aguerrido, sus pantalones desmontables, su mochila de veinte kilos, nos llegó de Calcuta el hombre cuyo nombre ya nadie menta. Ni siquiera él mismo. Conocido como "avistu" en los foros de "viajablog", como "Jota" en tertulias asturianas, como "Junior" en tierras irlandesas y como "Juni" en este blog: sí señores, hablo del infame él. Ha llegado a mi casa la parte masculina de "elyellaonthetrail". 

Como siempre, sin avisar. Miento, con dos horas de preaviso: desde el aeropuerto (de Bangalore), me previene de su inminente llegada a mi casa. Y me pilla, como quien dice, "en bragas": tirada en el "sofá-suelo" (esto lo explico en un momento), mirando la serie en el portátil, intentando sobrevivir al bochorno que azota a Bangalore desde hace un par de semanas. Aaaay, cómo me gusta que me saquen de mi sopor para planchar, fregar suelos e improvisar cenas... Pero todo sacrificio es poco para recibir a semejante huesped como se merece.

Acogida calurosa

La segunda sorpresa está ahora mismo metida en siete cajas apiladas en una esquina del comedor. Por fin nos llegaron los muebles que compramos hace dos semanas. Por supuesto, la experiencia no podía estar exenta de sobresaltos. Os cuento la aventura desde el principio.

Después de dos años sentándonos en el "sofá-suelo", durmiendo en la "cama-suelo" y comiendo en la "mesa-suelo", por fin me había decidido a romper la hucha y gastarme las rupias de mi modesto estipendio en amueblar la casa. Hace un par de semanas, logré arrancar a Amjad de nuestra "casa-suelo" para salir de compras. 

Extremadamente optimista él sobre mi capacidad de tomar decisiones rápidas en un centro comercial de cinco plantas, mi sufrido novio sugirió que el conductor de rickshaw esperase por nosotros a la puerta del almacén. Arqueo de cejas inquisitorio. Voz inocente y tentativa: "Pero... ¿es que vamos a tardar más de... una hora?". Tú dirás: tres horas más tarde, salíamos del establecimiento con una factura de 47,000 rupias y un par de calabacines (que no se encuentran facilmente en las verdulerías de mi vecindario).

Por supuesto, la factura no era de los calabacines. Por unos 780 euros, compramos un sofá-cama, una estantería y una mesa con sus seis sillas. Desde un punto de vista consumista, aquella fue una tarde de gran éxito. Ya solo nos quedaba esperar con ilusión a la entrega de nuestro mobiliario, que tardaría un par de semanas y ha llegado precisamente hoy, hará cosa de media hora.

En la tienda, preguntamos si el precio de los muebles incluía los gastos de transporte, entrega y montaje. A todo nos dijeron que sí, que sí. Advertimos de que nuestra casa está en un tercer piso de escaleras angostas, sin ascensor, pero este detalle no pareció importarle mucho al vendedor, que insistió en que no habría ningún problema. 

Primer problema: los muebles que debían de llegar ayer, han hecho su aparición esta tarde. Lo normal. Esto no iba a ser noticia en este blog, de no haber sido porque...


Segundo problema: los transportistas nos llaman desde el camión para informarnos de que ya están aquí los muebles y de que... ya podemos bajar a buscarlos. Y te lo dicen tan tranquilos y tan en serio. 

Escucho a Amjad hablar por teléfono y va subiendo la voz y acalorándose el tono, por lo que sé que algo no va bien. Después me traduce la conversación. Básicamente, aquellos no quieren subir las escaleras cargados con cajas monumentales. Este les dice que lo de la entrega a domicilio, con escaleras y sin ascensor, ya se había pactado en la tienda. Aquellos dicen que de eso nada. Este, que sí y que ahora mismo llama al vendedor para poner queja. Aquellos empiezan a negociar, declarando que por subir los muebles tendremos que aflojar el bolsillo (cosa que hubiésemos hecho de buen grado y espontáneamente de habernos ahorrado la negociación). Este les dice que si no piensan subir los muebles hasta el tercer piso, que los devuelvan al almacén. 

Al final, el tema se zanja con tres transportistas subiendo los tres pisos de muy mala hostia y descargando mercancías de gran fragilidad como si de sacos de patatas se tratase. Como siempre, un placer hacer negocios en este país.


Tercer problema: el montaje no se realiza al tiempo que la entrega. Lo lógico sería que los mismos transportistas estuviesen capacitados para montar los muebles, pero aquí las cosas no pueden ser así de sencillas y convenientes. Lo gracioso será que venga el montador y se dé cuenta de que le falta una pieza importante o de que algo ha llegado en mal estado. Si se diera el caso, supongo que cabría llamar de nuevo a la tienda para que nos volviesen a mandar a los transportistas y repetir todo el proceso de negociaciones, que si bajas tú, que si no subo yo, en fin, lo de siempre. 

En resumidas cuentas, que ahora mismo tengo al Juni echando la siesta en el "sofá-cama-suelo", el piso lleno de cajas, y expectativas muy poco claras acerca de cuándo podremos empezar a sentarnos cómoda y civilizadamente. La factura (en la que no me había fijado hasta ahora) puntualiza que el montaje se realizará "after 48 hours" - o sea, dice que se hará "después de 48 horas", que no es lo mismo que decir "48 horas después". El matiz es pequeño pero importante, porque... técnicamente, dentro de una semana también es después de 48 horas. Como lo es dentro de un mes o dentro de un año...

Igual no se nota, pero las cajas están todas boca abajo...

Dios mío: con lo a gusto que estaba yo tirada en mi "sofá-suelo", ¿por qué me habré complicado la vida de esta manera? Ya me veo sentada en un "sofá-caja" durante el próximo par de años...

No hay comentarios: