Como si un cuadro fuera.
Escoger una imagen para definirme, por principio de economía (ahorrarme mil palabras), a priori me pareció buena idea. Ah, pero no es tan fácil como parece…
Ésta soy yo. Tengo un novio inverosímil, un padre impepinable, una madre imperativa y una vida imponderable.
Soy de piñón fijo y de veleta. De echar raíces y de vivir al viento. En mis treinta y seis años de existencia, he vivido, por este orden, en Francia, España, Italia, Irlanda y, este año pasado, nómadamente en Asia, desde Singapur hasta la India, pasando por las antípodas.
Hablo en cuatro idiomas, pero a menudo no tengo nada que decir.
Tengo dos pisos (a medias con mi banco), pero no vivo en ninguno de ellos. Mi vida está en cajas, distribuidas entre amigos y familiares. Nunca sé dónde tengo mis cosas y a veces pierdo hasta la cabeza.
Algún día espero poner juntas todas las piezas de mi gran rompecabezas.
Hasta entonces, me conformo con tener este espacio de recogimiento y puertas abiertas, con el que deseo estar siempre cerca de mis padres, amigos y amores desparramados.
Ya me he decidido. He puesto todos mis datos personales en el procesador y esto es lo que me ha salido:
Escoger una imagen para definirme, por principio de economía (ahorrarme mil palabras), a priori me pareció buena idea. Ah, pero no es tan fácil como parece…
¿Qué cuadro sería yo? Quisiera ser armoniosa y suave como un Monet, luminosa y equilibrada como un Sorolla, dulce y delicada como un Tiziano. Pero va a ser que no, que no me corresponde.
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En el peor de los casos, sería un abstracto. Un cuadro que por más que lo mires, nunca le encuentras sentido. En el mejor, cubista o surrealista. Un batiburrillo de elementos sin pies ni cabeza, cada cual de su padre y de su madre, puestos juntos con la maestría del azar, pero que vistos de lejos, con la perspectiva del conjunto, parecen querer decir algo.
Ésta soy yo. Tengo un novio inverosímil, un padre impepinable, una madre imperativa y una vida imponderable.
Soy de piñón fijo y de veleta. De echar raíces y de vivir al viento. En mis treinta y seis años de existencia, he vivido, por este orden, en Francia, España, Italia, Irlanda y, este año pasado, nómadamente en Asia, desde Singapur hasta la India, pasando por las antípodas.
Hablo en cuatro idiomas, pero a menudo no tengo nada que decir.
Tengo dos pisos (a medias con mi banco), pero no vivo en ninguno de ellos. Mi vida está en cajas, distribuidas entre amigos y familiares. Nunca sé dónde tengo mis cosas y a veces pierdo hasta la cabeza.
Algún día espero poner juntas todas las piezas de mi gran rompecabezas.
Hasta entonces, me conformo con tener este espacio de recogimiento y puertas abiertas, con el que deseo estar siempre cerca de mis padres, amigos y amores desparramados.
Ya me he decidido. He puesto todos mis datos personales en el procesador y esto es lo que me ha salido:
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“Mujer Azul” de José Manuel Merello
2 comentarios:
Tal vez debería ser un autorretrato, confuso y humano, en vez de ser el producto de manos y creatividad ajenas.
Seas como seas, se buena ;)
Pues sí, tienes razón... cualquier día me atrevo a "autogarabatearme" y todo :o)
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