Cada día, la India me va poniendo a prueba. Todo empezó con los apagones, las averías de nuestro sistema de back-ups (batería), los fallos del outlook, los cortes de conexión a internet, los caprichos de blogger...
Por si no tuviese bastante con lidiar estas pequeñas veleidades técnicas, la palabra que más escucho en boca de todos los empleados de la obra es "tomorrow". "Mañana", en Kerala, es un concepto bastante vago, dificilmente ubicable en el tiempo.
"¿Cómo que mañana?" - Toda la semana he estado persiguiendo a Satheesh y al carpintero de la obra para que me entregasen un presupuesto, pero todos los días he recibido la misma respuesta: mañana, mañana... Salvo ayer, cuando milagrosamente comprobé que la palabra "today" también formaba parte de su vocabulario. Incrédula, hice eco de su palabra: "¿hoy? ¿De verdad que hoy?" El carpintero me aseguró que el presupuesto estaría listo esa misma tarde.
Llamadme ingénua, pero me fui a casa contenta. Por supuesto, pasó la tarde, pasó la noche y llegó la mañana - pero no así el presupuesto. Así que me fui a la obra a preguntar por él.
¿Cómo que mañana? ¿Qué extraño prodigio ha podido transformar el hoy de ayer en el mañana de hoy? ¿Cómo que el carpintero se ha ido esta mañana a la ciudad a preguntar por el precio de la madera? Inspira, expira, inspira, expira... Bien, ahora comprendo por qué este país es la cuna del yoga y de tantas técnicas de relajación...
Bueno, por lo menos en lo de la pintura habremos avanzado... ¿Cómo que los pintores no han venido a trabajar hoy?
Satheesh, siempre sonriente, me anuncia la buena noticia: "Hoy es el cumpleaños de nuestro Lord Krishna... Celebration day!".
Entre el día de la independencia, una huelga de transportes que tuvimos el jueves y ahora el cumpleaños de Krishna, me parece que todas las semanas existe algún motivo para no trabajar. Dadas las miles de divinidades que alberga el panteón hinduista, como todas celebren su cumpleaños, me parece a mí que nunca terminaremos la obra...
Entre el día de la independencia, una huelga de transportes que tuvimos el jueves y ahora el cumpleaños de Krishna, me parece que todas las semanas existe algún motivo para no trabajar. Dadas las miles de divinidades que alberga el panteón hinduista, como todas celebren su cumpleaños, me parece a mí que nunca terminaremos la obra...
"¡Aaah, ahora entiendo los cantos y tambores que vengo oyendo toda la mañana!" - Satheesh intuye mi curiosidad por la ceremonia y me propone llevarme en moto al templo de Krishna esta tarde. Nos ponemos de acuerdo, a las 4:30 quedamos en la oficina.
De vuelta a casa, cuatro maromos llaman a mi puerta. Me enseñan un papel, todo él escrito en un idioma indescifrable: el malayalam. Por sus amplias sonrisas y fijas miradas intuyo que esperan cierta reacción por mi parte. "Donation? Krishna birthday?". Asienten al unísono, con ese extraño gesto típico de la India, que consiste en balancear la cabeza sin hacer rotar el cuello (quién haya estado aquí, sabrá inmediatamente a qué me refiero). Me saco del bolsillo 100 rupias, apuntan mi nombre en un papel y se van tan contentos (con 100 rupias tienen para cuatro lassis o dos cervezas, ¡a la salud de Lord Krishna!).
A las 4:30, estoy en la oficina llamando a Satheesh. Estoy lista para irme, pero veo que él ha alterado nuestros planes. Me espera para que le ayude con la contabilidad. Toda la semana me he sentado con él y juntos hemos hecho las cuentas de los salarios, la compra de materiales, el pago de facturas, etc. Metemos todos los gastos en una página de excel, que diseñé para comparar diariamente nuestros gastos con la previsión hecha al principio de la semana. El miércoles pasamos dos horas poniendo al día la hoja de excel, algo que no hubiese sucedido si Satheesh hubiese entrado los datos a diario. "Bueno, a partir de mañana, metes los datos en esta página todos los días - okay?".
Satheesh me había dado su palabra, con balanceo de cabeza incluido. Sin embargo, ahí estaba la hoja de excel, con el último saldo del miércoles...
Apenas llevamos sentados veinte minutos cuando irrumpe en la oficina un indio joven, bien vestido, con gafas de sol y hablando un inglés gratamente inteligible. Se presenta como promotor de documentales y me pregunta que con quién tiene que hablar para realizar un documental sobre el instituto. Extendiéndole la mano, me presento: "hola, me llamo Isabel y soy la directora académica del instituto" (todavía no me lo creo, pero procuro que mi incredulidad pase lo más desapercibida posible).
Se llama Siddharth, vive en la orilla opuesta del lago y lleva poco tiempo trabajando en el mundo mediático. El documental se filmaría para la televisión keralita. Intento mirarle a los ojos mientras le hablo de nuestro instituto, pero no se ha quitado las gafas de sol. Más tarde comprendo por qué. Hace unos años, en Diciembre del 2004, el famoso tsunami que azotó el sudeste asiático cambió su vida y marcó su cara con una cicatriz. Se encontraba en Koh Lanta, cuando una ola de 30 metros se desplomó sobre él. Es uno de los 75 sobrevivientes del tsunami en esta isla: me cuenta que tuvo una suerte increíble. La ola lo proyectó contra un cocotero y el golpe le hizo perder el conocimiento. Su mano quedó enzarzada en las raíces del árbol, impidiendo que la corriente se lo llevara mar adentro.
Me despido de Siddharth y vuelvo a Satheesh. ¿Habrá terminado el trabajo? No, me ha estado esperando para rellenar las columnas de excel. Suspiro. Ya casi son las seis de la tarde y me temo que nos vamos a perder el cumpleaños de Lord Krishna...
"Satheesh, ¿qué tal si lo dejamos para mañana?"
Fotos tomadas esta tarde,
en la procesión de cumpleaños de Lord Krishna:
Pequeñas Divas
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