viernes, 15 de agosto de 2008

Independence Day

No me he vuelto loca, sé muy bien qué no estamos a 4 de julio sino a 15 de agosto. Hoy es día de fiesta nacional en la India, celebrándose el 61 aniversario de su declaración de independencia frente al opresor británico. Satheesh, el guardián de la obra, me comunicó ayer la noticia con amplia sonrisa profident: “tomorrow nobody work!”.
Hoy no trabaja nadie y he decidido no ser excepción. Me he tomado el día libre para poner al día mi blog y correspondencia personal, algo que vengo retrasando desde mi llegada a la India (el 28 de julio) por motivos varios.
Para empezar, la frustrante precariedad de mi conexión a internet vía modem. En sus peores momentos, cada página tarda un par de minutos en descargarse. Ni os cuento lo que supone subir fotos, mejor apaga y vámonos. De hecho, a veces ni siquiera tengo opción de dejar el ordenador encendido. Todos los días tenemos un parón eléctrico programado, de media hora, más una docena (o más) de parones espontáneos. Usamos unas baterías como “back up” para seguir trabajando durante esos cortes, pero nos dejan tirados cada dos por tres.
Entre estos pequeños contratiempos técnicos y la acumulación de trabajo, el tiempo vuela. Cada día voy dejando mis asuntos personales para mañana y, mañana tras mañana, las semanas van pasando. Hasta hoy, en que he decidido autoproclamarme libre e independiente.
En casa me preguntan que qué hago, que en qué se me va el tiempo dentro de esta escuela que todavía no tiene alumnos, ni profesores, sino albañiles, fontaneros, pintores, carpinteros y electricistas. Especialmente ahora que me he quedado sola (Paul y Sabriye regresaron a China hace tres días), me toca ejercer de tesorera y capataz – dos funciones provisionales, que en tiempos ordinarios no formarán parte de mis competencias.
Todos los días, me asomo a la obra para asegurarme de que el trabajo siga su curso, de que las paredes se estén pintando en el tono de la muestra, de que los plazos se vayan cumpliendo y de que los informes se manden a tiempo. Hacer un presupuesto para la semana próxima nos llevó nada menos que dos horas el pasado miércoles, algo más de lo previsto por el bueno de Satheesh, quien aseguraba tenerlo todo listo en diez minutos (me da a mi en la nariz que éste va a ser el ratio habitual entre lo prometido y lo cumplido en Kerala).
El resto de mi tiempo se va en corresponder con los estudiantes, buscar sponsors para el proyecto, hacer contactos para formar el equipo docente, navegar internet en busca de bibliografía y artículos de interés, discurrir ideas creativas para la preparación del temario. A grandes rasgos, esto es lo que se supone que hago (o lo que debería de poder hacer si el día tuviese más horas).
Aún no he tenido ni medio segundo de aburrimiento y, pese a mi escasa vida social, no sufro de soledad ni morriña. Cierto que vivo bastante aislada, a medio camino entre dos ciudades: Trivandrum (la capital del estado de Kerala), a 11 kilómetros tirando para el norte, y Kovalam (ciudad costera donde me cruzo con turistas, pese a ser temporada baja), 10 kilómetros al sur. No tengo ni tiendas, ni ciber cafés, ni bancos, ni cajeros automáticos, ni oficina de correo, ni comisaría de policía, ni farmacia, ni nada de nada, a proximidad de casa (creo que sí tengo una mezquita cercana, porque oigo la llamada lánguida del muecín cada madrugada y a media tarde).
Vivo en medio de cocoteros, a orillas de un lago inmenso, rodeada de pájaros, ardillas y geckos. Por las noches, me adormezco con los sonidos de la jungla, cien mil pequeñas voces que sólo el monzón acalla.
Me siento privilegiada. 

Fotos tomadas el 29 de julio:


Oficinas (mi casa en la planta baja)

Vistas desde la casa



Con Satheesh en mi futura oficina
Con Sabriye en la sala de reuniones

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