Mi viaje comenzó a la medianoche del miércoles, cuando salí de Castellón en el pullman de autorrés. A las cinco de la madrugada llegué puntualmente a la Estación del Sur de Madrid. Después de siete horas de espera (de las que más de dos eran de retraso), despegué de Barajas. Diez horas de vuelo hasta El Dorado, donde me esperaba Paula, asistente personal de Juan Pablo, para acompañarme hasta la hora de embarque de mi enlace a Cartagena. Por supuesto, este vuelo también se retrasó, con lo que tras cuatro horas y media de espera salía disparada hacia la perla del Caribe.
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28 horas de viaje y 46 sin acercarme a una cama. A la una de la madrugada fui a acostarme, feliz de entregarme al abrazo de Morfeo. Pero no, demasiadas alegrías y pensamientos. Después de cinco horas de insomnio, decidí levantarme y disfrutar de las vistas espectaculares que ofrece la terracita de Juan Pablo.
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Y como no tenía nada mejor que hacer, pues no me funcionaba internet, me puse a leer el "Manual para la elaboración del reporte de sostenibilidad" que distribuyó ayer el organismo de Confecámaras colombiano, en el foro internacional sobre responsabilidad social (ya he empezado mi intensivo programa de adoctrinamiento bajo la tutela de mi arcángel, ¡mucho trabajo tenemos por delante!).
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Por cierto, la ponencia de Juan Pablo fue la más vitoreada del foro. Mientras yo aterrizaba en Bogotá, a él lo estaba felicitando personalmente el mismísimo Uribe, ¡a ver si al final va a ser en serio lo de cenar en la casa presidencial!
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